
Túnez es el primero, pero no el único. Egipto siguió sus pasos enseguida, salieron a la calle pidiendo la dimisión del presidente de la república, que después de tres décadas seguía coartando los derechos de este pueblo con aparente estabilidad. Los egipcios piden que Hosni Mubarak se vaya, como en Jemen ansían que el régimen de Ali Abdulá Saleh llegue a su fin. Estos últimos de una manera más pacífica, las marchas masivas se unifican en el color, el rosa muestra que quieren un cambio con reformas democráticas.

No sé si fue Henrry Kissinger o Cordell Hull el que dijo, refiriéndose a Anastasio Somoza, sanguinario dictador nicaragüense, " es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta ". Probablemente no pero lo que si es cierto es que siempre se comportó como si lo pensase.
Lo que está pasando en el norte de África no es muy distinto de lo vivido aquellos años. Lo malo es que, en este caso, la vieja Europa y quienes vivimos en ella somos tan culpables de lo que está ocurriendo allí como lo fue Kissinger de las dictaduras latinoamericanas.
Para los europeos, y en eso si hemos sido tan europeos como el que más, Túnez era un destino de playas con opción de una noche en el desierto y regateo en los zocos, mientras Egipto nos ofrecia además la oportunidad de que, como a los soldados de Napoleón, nos contemplasen siglos de Historia. No hemos sido capaces de ver que , detrás de tanto camarero servicial y tanto guia, había millones de ciudadanos ahogándose en la pobreza y la dictadura. No hemos sido capaces de verlo o, en muchos casos, nos tranquilizaba saber que dos o tres hijos de puta como lo de Kissinger nos permitian hacer un turismo tranquilo.

HORUS.
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