
Las urnas no son suficientes, pero sí imprescindibles
Nos hemos acostumbrado a una inercia de trabajos precarios y sueldos miserables, a la hipocresía de las declaraciones políticas y a unos descabellados beneficios de la especulación financiera que ha expulsado de la economía la experiencia democrática. La cólera que produce este paisaje cotidiano cabe en un voto y caben también las desolaciones de los jóvenes sin futuro, la rabia ante la degradación de los servicios públicos, la repulsa de los políticos corruptos. Cabe en un voto el deseo de que nuestras ciudades no se sometan a las maniobras de los estafadores, nuestra educación no esté al servicio de los negocios privados y nuestra realidad natural y urbana no sufra los daños ecológicos de los mercaderes.

El votante perplejo sabe que las urnas no son suficientes, que es necesario volver a la calle y conquistar de nuevo la democracia con un sólido tejido social. Pero sabe también que las urnas son imprescindibles. Los poderes reales, los que hoy por hoy no pagan la factura de la indignación popular, han conseguido dinamitar la confianza en la política, el voto y las urnas. No caigamos en la trampa. Recordemos lo que cabe en un voto a pesar de las leyes electorales injustas y las falsificaciones de la vida oficial, tan alejada ahora de la realidad callejera. Las manifestaciones también viven dentro de un voto si se atreven a dignificar la política.
Nos conviene recordar lo que cabe dentro de un voto.
Por un cambio de conciencias. Por una Revolución de 180º. Porque la revulución empieza por ti mismo.
HORUS
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