Una de mis pasiones favoritas cuando salgo al monte hacer mis paseos habituales con mi perrita "Luna", es la Contemplación que es mera observación, es el sentimiento de quietud que te da la naturaleza.
Cuando soy consciente de la quietud que me rodea creo un espacio que se llena de una presencia llamada consciencia.
Que me permite ver a partir de la apertura y no de los dos ojos físicos. El que ve, lo que ve y el acto de ver, cuando estas tres se convierten en uno solo el absoluto la unidad.
Entonces me doy cuenta que el mundo que me rodea no es visto desde un lugar de mi cabeza sino desde un espacio vacío desde una conciencia sin forma, sin limites. Todo se convierte en uno: El acto de ver, lo visible y el que ve.
Cuando contemplo las formas o manifestaciones de la naturaleza los árboles, las flores, los pájaros, las montañas y miro como descansan en el Ser, cada uno es el mismo sin embargo no son conscientes de su propia belleza.
Necesito que la naturaleza me enseñe y me ayude a conectar con mi Ser. Pero yo no soy el único necesitado, porque ella también me necesita a mi.
Las formas o manifestaciones de la naturaleza, los árboles, las flores, las mariposas, los pájaros, las montañas no son conscientes de su propia belleza. Cuando el ser humano es consciente de la quietud de las cosas que le rodean crea un espacio que se llena de consciencia entonces es cuando la naturaleza a través de ti toma consciencia de si misma.
Es como si la naturaleza te hubiera estado esperando durante millones de años.
Jesús Miravalles Gil
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