Soy la madera de tu cuna y también la de tu ataúd.
Soy la madera de tu barca, La superficie de tu mesa, La puerta de tu casa.
Yo soy el mango de tu herramienta, el bastón de tu vejez.
Yo soy el fruto que te regala y te nutre, la sombra bienhechora que te cobija contra los ardores del estío, el refugio amable de los pájaros que alegran con su canto tus horas y limpian de insectos tus campos.
Yo soy la hermosura del paisaje, el encanto de la huerta, la señal de la montaña, el lindero del camino…
Déjame vivir para nivelar los climas y favorecer el nacimiento de las flores.
Déjame vivir para calmar a los vientos y a las nubes y atraer la lluvia, que es la que proporciona la vida en la tierra. Soy la fuente de todos los ríos, la fuente de todos los arroyos
Mi verde manto embellece tu país ¡Escucha mi plegaria!Por todo esto, viajero que me contemplas, tú que me plantaste con tu mano y puedes llamarme hijo, o que me has contemplado tantas veces, mírame bien, pero… no me hagas daño. ¡No me destruyas!
«Súplica del árbol», antiguo texto de un sabio indo-chino^ (RABINDRANATH TAGORE)
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Jesús Miravalles Gil
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