Las cosas no deseadas que a veces ocurren en la vida - ser rechazado, perder algún objeto de valor, reprobar un examen, salir lastimado de algún accidente - son análogas a la primer flecha. Causan un poco de dolor. La segunda flecha, disparada por nosotros mismos, es nuestra reacción, nuestra historia, y nuestra ansiedad. Todo esto magnifica el sufrimiento. Muchas veces, el gran desastre que tanto rumiamos nunca ha sucedido.
Podríamos preocuparnos, por ejemplo, porque tenemos cáncer y pronto moriremos. No lo sabemos, y nuestro miedo a lo desconocido hace que el dolor crezca aún más.
La segunda flecha puede tomar la forma de juicio (“¿cómo pude haber sido tan estúpido?”), miedo (¿y si el dolor no desaparece?“), o enojo (“¡Odio sentir dolor. Yo no merezco esto!”). Podemos evocar rápidamente un reino infernal de negatividad en nuestras mentes que multiplique el estrés del evento real, por diez veces o incluso más.
Parte del arte de sufrir bien es aprender a no magnificar nuestro dolor a través de dejarnos llevar por el miedo, la ira y la desesperación. Construimos y mantenemos nuestras reservas de energía para manejar los grandes sufrimientos; los pequeños sufrimientos los podemos dejar ir.
Si pierdes tu trabajo, por supuesto que es una respuesta normal sentir miedo y ansiedad. Es cierto que en la mayoría de los casos estar sin trabajo es un sufrimiento; y hay un peligro real asociado si no tienes lo suficiente como para comer o para poder comprar los medicamentos necesarios. Pero no necesitas hacer este sufrimiento peor a través de darle vueltas a las historias en tu cabeza, que son mucho peores de lo que es la realidad. Algunas personas en esta situación podrían pensar: “yo no soy bueno en esto o en aquello,” o “nunca voy a conseguir otro trabajo,” o “le fallé a mi familia.” Es muy importante recordar que todo es impermanente.
Un sufrimiento puede surgir - o puede resolverse solo - para cualquiera en cualquier momento. En lugar de desperdiciar la buena energía condenándote a ti mismo u obsesionándote con las catástrofes que podrían estar acechando a la vuelta de la esquina, puedes simplemente estar presente con el sufrimiento real que está justo frente a ti, con lo que está sucediendo ahora mismo.
La atención plena es reconocer lo que está ahí, en el momento presente. El sufrimiento está ahí, sí; pero lo que también está ahí es que aún estás vivo: “Inspirando, sé que estoy vivo.”
Tus ojos aún funcionan: “Inspirando, estoy consciente de mis ojos. Expirando, les sonrío a mis ojos.” Tener ojos en buen estado es algo maravilloso. Debido a que tienes ojos en buen estado, hay un paraíso de formas y colores….”
enseñanza budista
El método es el giro de nuestra atención ciento ochenta grados. La atención suele estar enfocada hacia afuera o delante de nosotros. Está dirigida a un objeto, y eso es correcto, pero… ¿de dónde procede mi atención? ¿Cuál es la trayectoria de la flecha de mi atención? Lo que hago ahora es darle la vuelta a la flecha y darme cuenta que Aquí no existe nada parecido a lo que puedo
encontrar allá. - Douglas Harding
Jesús Miravalles Gil
No hay comentarios:
Publicar un comentario