3 de abril de 2017

JUGUETES ROTOS

¿Te gusta conducir…? ¡Ah, qué buena, la sensación de conducir un coche nuevo, recién comprado! La pintura brillante, el olor a nuevo, la suavidad con que funciona todo…  Trabajamos duro para conseguir el dinero, pedimos prestado a la financiera y cuando -por fin- tenemos el coche nuevo, nos sentimos felices unos días… hasta que se convierte en algo rutinario y entonces necesitamos otro juguete para sentirnos pletóricos, y así vamos de juguete en juguete (como el burro tras la zanahoria), hasta llegar al ataúd, el último juguete.
Tony de Mello, en su obra póstuma Despierta (Gaia ediciones), dice:
¡Despierta! Ya eres mayor para seguir durmiendo. Despierta y deja de jugar con tus juguetes. La mayoría de la gente dice que quiere salir del jardín de infancia, pero no les creas. Lo único que quieren es que les arregles sus juguetes rotos. “Devuélveme a mi esposa. Devuélveme mi trabajo. Devuélveme mi dinero.” Eso es todo lo que quieren, que se reemplacen sus juguetes. Cualquier psicólogo te dirá que la gente no quiere curarse.
Kosho Uchiyama (discípulo y sucesor de Kodo Sawaki) defendía la “sesshin sin juguetes”:
Toda la vida parece una búsqueda de juegos y juguetes: el primer juguete es el biberón, luego vienen los muñecos y de mayores nos interesamos por aparatos mecánicos y coches… hasta el momento de la muerte vamos cambiando un juguete por otro.
Nuestro zazen, al contrario, es la realidad de la vida. Aquí no hay juguetes, ni siquiera el kyosaku. Al no estar distraído, el hombre se convierte en ese Sí mismo que no es nada más que eso.
Esto de los juguetes tiene que ver con la relación ser-hacer-tener. Si queremos tener un coche para luego hacer algo (conducir) y así ser felices, esa orientación tener > hacer > ser sólo nos llevará a saltar de juguete en juguete y malgastar la vida en esfuerzos inútiles, porque los deseos son insaciables.
En cambio, desde una orientación ser > hacer > tener, si eres feliz, lo seguirás siendo, ya sea que conduzcas un BMW nuevecito o una motillo vieja, o vayas andando.
Llorando por los juguetes rotos nos perdemos la vida que pasa a un centímetro de nuestra nariz.
¿Te gusta conducir? Y vivir, ¿quieres vivir?
                                                              enlace: Humor Zen
Jesús Miravalles Gil  
                                           

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