En un rincón sombreado del gran mercado de México capital estaba un viejo indio llamado Potah-Lamo. Tenía veinte ristras de cebollas que colgaban delante de él.
Se acercó un norteamericano de Chicago y le dijo.
- ¿Cuánto por una ristra de cebollas?
- Diez centavos –contestó Potah-Lamo.
- ¿Cuánto por dos ristras?
- Veinte centavos –fue la respuesta.
- ¿Cuánto por tres ristras?
- Treinta centavos.
- No me hace mucho descuento que digamos –dijo el señor de Chicago- ¿Hacen veinticinco centavos?
- No –dijo el indio.
- ¿Cuánto quiere por las veinte ristras? –preguntó el norteamericano.
- No quiero venderle las veinte ristras –respondió el indio.
- ¿Por qué no? –dijo el otro- ¿No está aquí para vender sus cebollas?
- No –dijo el indio-. Estoy aquí para vivir mi vida. Me encanta este mercado. Me encanta la muchedumbre y los sarapes rojos. Me encanta el sol y las palmeras que se mecen. Me encanta que Pedro y Luís se acerquen y digan “Buenos días”, enciendan un cigarrillo y se pongan a hablar de los niños y de las cosechas. Me encanta ver a mis amigos. Esa es mi vida. Por eso estoy aquí sentado todo el día para vender mis veinte ristras de cebollas. Pero si se las vendo a un solo comprador, entonces mi día se habrá terminado. Habré perdido la ocasión de vivir la vida como me gusta, y eso no lo voy a hacer.
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Jesús Miravalles Gil
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