
Todos sabemos lo bien que nos sentimos cuando somos conscientes de que se nos escucha, entonces, ¿Por qué no, igualmente hacemos sentir bien a las personas que nos hablan? Es un dar y recibir mutuo, un ejercicio de empatía en ambas direcciones que crea una conexión común.

Para darnos cuenta de la importancia de escuchar fijaros que multitud de ejercicios de meditación se basan en escuchar. Escuchar tus pensamientos sin juzgarlos, escuchar el sonido de tu corazón, escuchar y sentir la vibración de tu cuerpo. O por poner otro ejemplo recuerda cualquier instante de tu vida en el que se hacía necesario reflexionar y tomar una decisión de cierta trascendencia, como te concentrabas atento a tus
pensamientos, escuchándolos, pero sobre todo como estabas atento y escuchando a lo que te decía tu corazón.
Por lo tanto es tanto o más sabio escuchar al prójimo como a nosotros mismos. Empecemos por dejar de hablar tanto y seremos capaces también de que el parloteo mental incesante disminuya. Cuando nuestros pensamientos cesen estaremos en disposición de escuchar en nuestro interior y todo lo que de ahí salga es pura Sabiduría Divina. Escucharemos al Dios que somos en esencia.
Hasta entonces, tengamos en cuenta de que si no podemos callar, se puede decir que no sabemos hablar. Que cuanto más callados estamos, mejor dispuestos a escuchar. Que no tener la necesidad de hablar es dejar que fluya en nosotros el arte de escuchar.
Pero por encima de todo que si somos capaces de escuchar como si la vida nos fuera en ello, cuando hablemos sabremos transmitir con pasión lo que queremos decir, y los oyentes escucharan del mismo modo que nosotros hablamos.

Un juego muy común que tiene nuestra mente es escuchar “a medias”, y esto nos lleva a contestar sin meditar previamente lo que estamos diciendo.
¿Es posible contestar tan rápido como lo hacemos, sin analizar antes lo que nos están queriendo decir? No nos gusta asumir nuestros defectos, y nuestra mente pone un escudo ante las palabras que no queremos escuchar, negando de inmediato aquello que nos dicen.
Aprender a escuchar es un paso necesario para poder ver la realidad “tal y como es”. Si no quiero ver que tengo pinchada la rueda del coche, no podré nunca arreglarla.
¿Cómo escuchas tú? ( Respetando valores )
Jesús Miravalles Gil
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