
El prisionero agradeció la alfombra a su mujer y cada día hizo fielmente sus postraciones sobre ella.
Pasado algún tiempo el hombre escapó de la prisión y cuando le preguntaban cómo lo había conseguido, explicaba que después de años de hacer sus postraciones y de orar para salir de la prisión, consiguió ver lo que tenía justo bajo sus narices: su mujer había tejido el dibujo de la cerradura que lo mantenía prisionero.
Al darse cuenta de esto y comprender que tenía en su poder toda la información necesaria para escapar, comenzó a hacerse amigo de los guardias y los convenció de que todos vivirían mucho mejor si lo ayudaban y escapaban juntos de la prisión. Ellos estuvieron de acuerdo, puesto que aunque eran guardias, comprendieron que también estaban prisioneros y también deseaban escapar, pero no tenían los medios para hacerlo.

Una noche, cuando ya estaba todo preparado, el cerrajero y sus guardias abrieron la cerradura de la puerta de prisión y salieron al frescor de la noche, donde estaba su amada esposa esperándolo. Dejó en la prisión la alfombra para orar, para que cualquier otro prisionero que fuera lo suficientemente listo para interpretar el dibujo de la alfombra también pudiera escapar.
Así el cerrajero se reunió con su mujer, se hizo amigo de sus ex-guardias y todos vivieron en armonía. El amor y la pericia prevalecieron.
cuento sufí
Jesús Miravalles Gil
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