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19 de mayo de 2013

CUENTOS QUE NOS AYUDAN A CRECER


LAS CUCHARAS DE MANGO LARGO
Érase una vez un rabino que le pidió a Dios que le ayudara a comprender lo que era el cielo y el
infierno. Dios quiso satisfacer su curiosidad, así que llamó al profeta Elías para que acompañara al rabino en su aventura.
Lo primero que hizo Elías fue llevarle a una sala muy amplia, en cuyo centro había un enorme puchero. Dentro de la olla hervía un sabroso cocido. En un corro, alrededor del perol, había un grupo de personas que introducían largas cucharas en el potaje.
Lo curioso era que todos tenían un aire enfermizo y enclenque, estaban pálidos y muy delgados. En el ambiente se respiraba pesimismo y tristeza, quizás porque los mangos de las cucharas eran tan sumamente largos que nadie conseguía llevarse a la boca una más que mediana cucharada de cocido sin derramar la mayor parte..
Una vez fuera de la sala, el rabino le comentó al profeta lo extraño que le había parecido el sitio, a lo que Elías le contestó:
Amigo mío, eso que acabas de ver es el infierno.
A continuación, Elías acompañó al rabino a otra sala, que en principio parecía
exactamente igual a la primera. En el centro había un fuego y sobre él, un enorme
puchero donde hervía un delicioso cocido. Alrededor del fuego un grupo de personas metía en la olla cucharas de mango largo. Ahora bien, alcontrarío que el primer grupo, estas personas conversaban animadamente mientras comían.
¿Cuál era la diferencia entre ambas salas? Pues muy sencilla. Las personas de la segunda no se alimentaban a si mismas con las largas cucharas, sino que la llevaban a la boca del vecino. Al ver esto, el rabino exclamó:
¡ Ya lo entiendo! Es el cielo.                                                                                            
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                                                             DESTINO
Durante una batalla, un general japonés decidió atacar aún cuando su ejército era muy inferior en número. Confiaba que ganaría, pero sus hombres estaban llenos de duda.
Camino a la batalla, se detuvieron en una capilla. Después de rezar con sus hombres, el general sacó una moneda y dijo:
 Ahora tiraré esta moneda. Si es cara, ganaremos. Se es cruz, perderemos. El destino se revelará.
Tiró la moneda en el aire y todos miraron atentos como aterrizaba. Era cara.
Los soldados estaban tan contentos y confiados que atacaron vigorosamente al enemigo y consiguieron la victoria.
Después de la batalla, un teniente le dijo el general:
 Nadie puede cambiar el destino.
 Es verdad, -contestó el general mientras mostraba la moneda al teniente, que tenía cara en ambos lados.
                                                                   
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                                                EL CABALLO EN EL POZO

Un breve relato, muy revelador. Una metáfora que admite muchas lecturas y cuya interpretación dejo abierta.
Cuenta la historia que un campesino, que se enfrentaba a grandes dificultades para salir adelante, tenía algunos caballos para los trabajos de su pequeña propiedad. Un día, para su pesar, su capataz descubrió a uno de los animales en un pozo muy profundo del que era casi imposible sacarlo. Aunque el caballo no estaba herido, el campesino evaluó la situación y concluyó que la operación de rescate suponía una inversión demasiado alta. Poco dado a la compasión, decidió entonces que era preferible ordenar al capataz que sacrificase al caballo lanzando tierra en el pozo hasta enterrarlo. Y así lo hicieron, comenzaron a rellenar el pozo con tierra pero, a medida que ésta caía sobre el animal, se la sacudía, la pisoteaba y quedaba acumulada en el fondo del pozo, lo que posibilitaba al caballo subir y subir lentamente hacia la superficie. Así, la tierra que le fue tirada encima para enterrarlo en el pozo, se convirtió, una vez bien sacudida, en el suelo firme que pisar para poder salir del mismo.
Hacia una dirección similar a la del cuento apunta este aforismo: “Con las piedras que me arrojaron, construí mi bello hogar”.
                                          Cuentos que nos ayudan a crecer
                 
                                                                LA CARGA
Un profesor hablaba a sus alumnos sobre el manejo del estrés. Levantó un   pequeño saco con piedras, lo echo sobre sus hombros  y preguntó: -¿Cuánto creen ustedes que pesa?
Las respuestas de los alumnos variaron entre 1 o 2  Kilos. Entonces el profesor comentó:
-No importa el peso absoluto. Depende de cuánto TIEMPO voy a sostenerlo. Si lo sostengo por un minuto, no pasa nada. Si lo sostengo durante una hora, tendré DOLOR en mi brazo. Si lo sostengo durante un día completo, tendrán que llamar una ambulancia. Pero es exactamente el MISMO peso, pero mientras más tiempo paso sosteniéndolo, más pesado se va volviendo.
Y concluyó: -Si cargamos nuestros PESARES todo el tiempo, luego, más temprano o más tarde, ya no seremos capaces de continuar, la carga se irá volviendo cada vez MAS PESADA. Lo que tienen que hacer es DEJAR el saco en algún lugar y descansar un poco antes de sostenerlo nuevamente. Tienen que dejar la carga de lado regularmente, para sentir descanso y ser capaz de continuar. Por ello, antes de volváis esta noche a casa, dejad fuera todo el estrés, los pesares, la carga. Mañana al salir  podréis volver a cogerlo otra vez, estaréis descansados y quizás tengáis otra visión de la carga.                            
                                  Cuentos que nos ayudan a crecer
Jesús Miravalles Gíl

PD: Como el Post va de cuentos os dejo con mi idolo el Maestro "Serrat" regalandonos esta hermosa canción. La rana y el principe "Nano"gracias por existir.
                              

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