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22 de noviembre de 2016

DOS HISTORIAS PARA DESPERTAR

                                                                    LA VELA
Un anciano en su lecho de muerte llamó a sus tres hijos y les dijo:
- No quiero dividir en tres lo que poseo porque eso dejaría muy pocos bienes a cada uno de vosotros. He decidido dar todo lo que tengo, como herencia, al que se muestre más hábil, más inteligente, más astuto y más sagaz. He dejado encima de la mesa una moneda para cada uno de vosotros. Tomadla. El que compre con esa moneda algo con lo que se pueda llenar la casa completamente se quedará con todo.
Los tres se fueron.
El primer hijo compró paja, pero solo consiguió llenar la casa hasta la mitad.
El segundo hijo compró sacos de pluma, pero no logró llenar la casa mucho más que el anterior.
El tercer hijo -que consiguió finalmente la herencia- solo compró un pequeño objeto. Era una vela. Esperó hasta la noche, encendió la vela y llenó la casa de luz.
                                            Historia originaria de Etiopía.
                                               
             USAR LA IMAGINACIÓN      
Cuenta una antigua leyenda que en la Edad Media un hombre muy virtuoso fue injustamente acusado de haber asesinado a una mujer.
En realidad, el verdadero autor era una persona muy influyente del reino y por eso, desde el primer momento, se procuró un chivo expiatorio para encubrir al culpable.
El hombre fue llevado a juicio, pero tenía escasas o nulas oportunidades de escapar de la horca.
El juez, que ya había pactado la condena, cuidó de que pareciera un juicio justo; por ello, dijo al acusado:
- Conociendo tu fama de hombre justo y devoto del Señor, vamos a dejar en manos de Él tu destino. Vamos a escribir en dos papeles separados, las palabras “culpable” e “inocente”. Tú escogerás y será la mano de Dios la que decida tu destino.
Por supuesto, el corrupto funcionario había preparado dos papeles con la misma leyenda: “Culpable”. La pobre víctima, aún sin conocer los detalles, se daba cuenta que el sistema propuesto era una trampa. No había escapatoria.
El juez requirió al hombre para que cogiera uno de los papeles doblados. Este respiró profundamente, quedó en silencio unos cuantos segundos con los ojos cerrados y cuando la sala comenzaba a impacientarse, abrió los ojos y, con una extraña sonrisa, tomó uno de los papeles y, llevándolo a su boca, lo engulló rápidamente.
Sorprendidos e indignados los presentes, le reprocharon airadamente:
-¿Pero qué hizo? ¿Y ahora? ¿Cómo vamos a saber el veredicto?
- Es muy sencillo -respondió el hombre-. Es cuestión de leer el papel que queda y sabremos lo que decía el que me tragué.
Con enojo mal disimulado debieron liberar al acusado y jamás volvieron a molestarlo.
Cuando todo parezca perdido, usa la imaginación. No olvides el inmenso poder que llevamos dentro.                      historias y cuentos para despertar
   
Jesús Miravalles Gil                                
                                       

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