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21 de julio de 2013

CUENTOS Y RELATOS

EL JOVEN CIEGO
Una pareja de jóvenes estaban muy enamorados y se iban a casar. Unos meses antes de la boda, la novia tuvo un accidente y quedó con el rostro totalmente desfigurado…
“No puedo casarme contigo”, le comunicó en una carta a su novio, “quedé marcada y muy fea para siempre, búscate a otra joven hermosa como tú te mereces, yo no soy digna de ti”.
A los pocos días la muchacha recibió esta respuesta de su novio: “El verdadero indigno soy yo, tengo que comunicarte que he enfermado de la vista y el médico me dijo que voy a quedar ciego… Si aún así estás dispuesta a aceptarme, yo sigo deseando casarme contigo”
Y se casaron, y cuando lo hicieron, el novio estaba ya totalmente ciego. Vivieron 20 años de amor, felicidad y comprensión, ella fue su lazarillo, se convirtió en sus ojos, en su luz, el amor los fue guiando por ese túnel de tinieblas. Un día ella enfermó gravemente y cuando agonizaba, se lamentaba por dejarlo solo entre esas tinieblas.
El día que ella murió, él abrió sus ojos ante el desconcierto de todos… “no estaba ciego” – dijo- “fingí serlo para que mi mujer no se afligiera al pensar que la veía con el rostro desfigurado, ahora mi amor descansa en ella.


LAS GRANDES PIEDRAS
 Cierto día, un maestro estaba dando una conferencia a un grupo de discípulos. Para dejar en claro un punto utilizó un ejemplo que jamás olvidarán.
Parado frente a su auditorio dijo: Quisiera hacerles un pequeño examen ...
De debajo de la mesa sacó un jarro de vidrio, de boca ancha y lo puso sobre la mesa frente a él. Luego sacó una docena de rocas del tamaño de un puño y empezó a colocarlas una por una en el jarro. Cuando el jarro estaba lleno hasta el tope y no podía colocar más piedras preguntó al auditorio: ¿Está lleno el jarro? Todos dijeron: ¡Si!
 Entonces dijo: ¿Están seguros, y sacó de debajo de la mesa un balde con piedras pequeñas. Echó un poco de las piedras en el jarro y lo movió haciendo que las piedras pequeñas se acomoden en el espacio vacío entre las grandes. Cuando hubo hecho esto preguntó una vez más: ¿Está lleno este jarro?, Esta vez el auditorio ya suponía lo que vendría y uno de los asistentes dijo en voz alta: ¡Probablemente no!.
Muy bien contestó el maestro. Sacó de debajo de la mesa un balde lleno de arena y empezó a echarlo en el jarro. La arena se acomodó en el espacio entre las piedras grandes y las pequeñas. Una vez más preguntó al grupo: ¿Está lleno este jarro? Esta vez respondieron: ¡No!.
 Una vez más el maestro dijo: ¡Muy bien!, luego sacó de debajo de la mesa una jarra llena de agua y echó agua al jarro hasta que estuvo lleno hasta el borde mismo. Cuando terminó, miró al auditorio y preguntó: ¿Cuál creen que es la enseñanza de esta demostración?.
 Uno de los discípulos levantó la mano y dijo: La enseñanza es que no importa que tan llena de actividades este tu vida, si de verdad lo intentas, siempre podrás incluir más cosas.
¡No!, replicó el maestro, esa no es la enseñanza. La verdad que esta demostración nos enseña es: "Si no pones las piedras grandes primero, no podrás ponerlas en ningún otro momento". ¿Cuáles son las piedras grandes en tu vida?, ¿Un proyecto que tú deseas hacer funcionar?, ¿Tiempo con tu familia?, ¿Tu fe, tu educación o tus finanzas?, ¿Alguna causa que desees apoyar?, ¿Enseñar lo que sabes a otros?.
 Recuerda poner estas piedras grandes primero o no encontrarás un lugar para ellas.
Así que hoy en la noche o mañana al despertar, cuando te acuerdes de esta pequeña anécdota, pregúntate a ti mismo: ¿Cuáles son las piedras grandes en mi fe, mi vida, mi familia o mi negocio?, luego coloca esas piedras en el jarro.
                                               
 LA CUCHARA
Un estudiante de Zen se quejaba de que no podía meditar: sus pensamientos no se lo permitían. Habló de esto con su maestro diciéndole: "Maestro, los pensamientos y las imágenes mentales no me dejan meditar; cuando se van unos segundos, luego vuelven con más fuerza. No puedo meditar. No me dejan en paz". El maestro le dijo que esto dependía de él mismo y que dejara de cavilar. No obstante, el estudiante seguía lamentándose de que los pensamientos no le dejaban en paz y que su mente estaba confusa. Cada vez que intentaba concentrarse, todo un tren de pensamientos y reflexiones, a menudo inútiles y triviales, irrumpían en su cabeza.
El maestro entonces le dijo: "Bien. Aferra esa cuchara y tenla en tu mano. Ahora siéntate y medita". El discípulo obedeció. Al cabo de un rato el maestro le ordenó:"¡Deja la cuchara!". El alumno así hizo y la cuchara cayó obviamente al suelo. Miró a su maestro con estupor y éste le preguntó: "Entonces, ahora dime quién agarraba a quién, ¿tú a la cuchara, o la cuchara a ti?.
                  enlace: cuentos que nos ayudan a crecer

Los cuentos no están hechos para los niños sino para despertar a los adultos. ( Proverbio hebreo)
Jesús Miravalles

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