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16 de febrero de 2011

¡ YO NO TE ESPERÉ ! MISERABLE

Carta abierta al Estimado señor Joseph Ratzinger, alias Benedicto XVI, alias << Su Santidad >>
Vaya por delante mi absoluto respeto por la libertad de aquellos que se declaren seguidores suyos o del presunto mensaje que usted pregona; aunque en el nombre de esa misma libertad que defiendo para ellos me veo en obligación deber y deseo a escribir esta carta abierta, porque la libertad de muchos que nada tienen que ver con usted ni con su grupo de seguidores fué descaradamente pisoteada en  su última visita a mi país España.
En primer lugar, tengo que denunciar enérgicamente por el coste que su visita ocasiono a las arcas públicas de mi país; unas arcas públicas que se nutren de los impuestos pagados por todos los españoles, entre los cuales me incluyo. Debo indicarle que, como contribuyente, pago mis impuestos al Estado con la ilusión de que el dinero sustraído de mis ingresos será utilizado con responsabilidad en beneficio de todos, especialmente en forma de infraestructuras, sanidad y educación. No veo cómo el gasto ocasionado por su visita, parte del cual voy a sufragar personalmente con los ingresos obtenidos por mi trabajo y gestionado por el Estado en forma de impuestos no va a contribuir a mejorar ninguna de estas áreas antes citadas. Podrá usted decir que la culpa es de los políticos que nos gobiernan, que se gastan el dinero en cualquier cosa, y no le faltará razón, pero en última instancia, usted será la causa primera de este gasto, por lo que le hago, como poco, corresponsable del mismo.
En segundo lugar, y no menos importante, vino usted a mi país a insultarme y escarnecerme públicamente, como ya ha hecho en otros países de nuestro entorno. Como  libre pensador que soy, me molesta de una forma superlativa que quiera usted compararme a los nazis; una comparación que sólo puedo calificar como hecha a la ligera, falaz y torticeramente por alguien que en su día posó para la historia vistiendo el uniforme de las juventudes hitlerianas y que hoy, desde su posición de «líder religioso» y jefe de un estado extranjero, debería ser más respetuoso con sus declaraciones. No me cabe duda de que en los próximos días volveré a oírle faltarme al respeto en los informativos nacionales, y eso, señor Ratzinger, dirá mucho más de su catadura moral que de la mía, pasivo sufridor de su verborrea intransigente.
Su postura me pareció absurda y estúpida y claramente se posiciono con unos argumentos que estaban de sobra y eso ya define su nivel de conciencia.
En tercer lugar, su visita servirá a buen seguro para criticar, siempre bajo el estrecho prisma de sus particulares creencias, leyes que los españoles nos hemos dado a nosotros mismos de una forma democrática. No voy a enumerar estas leyes, pero sí le recordaré que, en España, la ley es lo que nuestros representantes electos deciden aprobar por mayoría parlamentaria. Afortunadamente, hace ya mucho tiempo que la Iglesia Católica no decide cómo debemos vivir los españoles. No espero que usted, jefe de un estado teocrático y considerado por sus adláteres como una mente «infalible», incapaz de cometer un error, vaya a comprender la grandeza de la democracia, aunque sí espero que llegue el día en que aprenda a respetar a la menos injusta de las formas de organización social existentes.
Para finalizar, debo felicitarle por ser usted un turista excepcional. Ya nos gustaría a muchos ir viajando de país en país a gastos pagados y rodeados de un séquito de incondicionales que nos vitoreen; que los gobiernos nos recibieran con honores a pesar de nuestro estrafalario atuendo y nos abrieran las puertas de sus más preciados monumentos, reservándonos la exclusividad del uso de los mismos; que cortaran el tráfico a nuestro paso sin importar las molestias que ello pudiera ocasionar a los demás, y permitirnos el lujo de proclamar donde vayamos nuestra moral y nuestras creencias como las únicas verdaderas, e imponerlas a otros si tenemos la oportunidad. Aunque pensándolo mejor, no creo que nadie que tenga un mínimo de vergüenza gustara de viajar avasallando de esta forma en que usted lo hace.
Espero no verle nunca más pisar el suelo español con sus zapatitos rojos de Prada porque hasta el suelo de mi país siente vergüenza de tener que sostenerlo, y si no fuera así que sepa que  yo    ¡Jamás le Esperare ! Y añado. Ni te quiero en mi vida, y quiero decirlo muy alto y claro porque el mensaje que representas tú papa Ratzinger y tus seguidores, y tus sectarios obispos y toda la Inhumana cúpula de la ortodoxia vaticana que aún utilizáis métodos inquisidores contra teólogos de espiritualidad  y origen científico reconocido, me hueles a azufre a muerte, represión, violaciones, negación de derechos y libertades e imposición de criterios a la fuerza.
 Muchas gracias por vuestro tiempo y hasta pronto.

Jesús Miravalles Gil
                  

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